El ingeniero Andrés Flores, profesor de Ingeniería Electrónica y especialista en Sistemas Aéreos No Tripulados de la PUCP, fue uno de los pioneros en investigar las aplicaciones de los vuelos de drones en la accidentada geografía de nuestro país. Esta es su experiencia.

“Cuando comenzamos nuestras investigaciones, allá por el 2004, todavía no se acuñaba el término drone. Para nosotros, eran aviones a control remoto”, recuerda el científico. Él informa que “drone” significa literalmente “zángano”, en inglés, porque los primeros aparatos emitían un sonido parecido al de ese insecto.

El interés por los drones en Perú nació en agricultura, cuando el Centro Internacional de la Papa contactó al ingeniero Flores para sustituir los globos aerostáticos, que eran utilizados para ver los campos de cultivo desde el aire.

Centro Internacional de la Papa
Centro Internacional de la Papa

“Implementamos cámaras multiespectrales a los drones, las cuales, a través de una tecnología de imágenes de longitudes de onda de infrarrojo cercano, daban información muy interesante sobre el vigor de las plantas y sus enfermedades, configurando mapas de rendimiento”, cuenta Andrés Flores.

El proyecto fue tan exitoso que el Centro Internacional de la Papa creó una oficina especializada en drones, donde trabajaban los alumnos del ingeniero Flores, supervisando cultivos de papas y camotes. Además, obtuvieron financiamiento de la Bill & Melinda Gates Foundation para viajar a África, donde capacitaron a agricultores en el uso de esta novedosa tecnología.

Cosechador de papa
Cosechador de papa

A la altura de los cóndores

Con los años, el ingeniero Flores y su equipo exploraron otras aplicaciones de los drones en Perú, como topografía o medición de la calidad del aire. En este último aspecto, se fundó la empresa Qaira, formada por investigadores asociados a la PUCP.

“Uno de nuestros principales desafíos fue desarrollar drones que pudieran volar a más de 4000 metros de altitud. Allá por el 2015, tú no podías llevar un drone Phantom a Huancayo o Huaraz porque no estaba diseñado para esas altitudes. Junto al profesor Carlos Saito, ingeniero aeronáutico que convocamos de la FAP, nos pusimos en esa tarea”, recuerda Andrés Flores.

Drone Phantom

La investigación coincidió con un pedido de la Universidad de Zurich y la Universidad San Antonio Abad del Cusco, cuyos científicos necesitaban hacer el levantamiento topográfico de un glaciar, ubicado a más de 6,000 msnm. “Fue un gran reto, pero finalmente Carlos Saito logró diseñar un drone que volara a esa altura y creamos el mapa del glaciar. Fue así que nos involucramos en proyectos de monitoreo de glaciares, primero, y después de volcanes”, explica Andrés Flores.

El Instituto Geofísico del Perú los convocó para sobrevolar el Misti, el Ubinas y el Sabancaya, este último en plena erupción. “Perdimos un drone en este proyecto. Pero luego, gracias a la ayuda del experto en Telecomunicaciones Manuel Yarlequé, desarrollamos unas antenas que nos permiten monitorear nuestros drones en todo momento, para ya no tener más pérdidas”, señala el científico.

Esta misma tecnología fue utilizada para sobrevolar las zonas afectadas por el Niño Costero durante el 2017, en apoyo a Defensa Civil.

El gran desafío: ayudar a alimentar el Perú

Pero las investigaciones del ingeniero Flores no se han desligado de la agricultura. Actualmente se enfrenta a su más grande reto: colaborar con la seguridad alimentaria del Perú.

“Los drones han demostrado tener una gran utilidad en supervisión de campos agrícolas, y no solo con proyecciones de cosecha, algo muy útil para la agroindustria, sino también para saber a ciencia cierta cuánto se está sembrando de los cultivos básicos del Perú”, expone el ingeniero.

Andrés Flores menciona a SpaceAG como la principal empresa dedicada a supervisar campos agrícolas con imágenes de drones y satélites, la cual se creó a la par de sus investigaciones y con la que mantiene una estrecha relación de intercambio de conocimientos. 

Drone Ebee en campos agrícolas

Para salvaguardar la seguridad alimentaria, el Ministerio de Agricultura necesita saber qué se está sembrando, y cuánto, de cada cultivo en todo el país. Actualmente, el Midagri realiza esta labor manualmente, a través de censos: va a la zona y les pregunta a los agricultores.

Sin embargo, el uso de drones permitirá tener una idea más cabal de las extensiones y la calidad de los cultivos. “Hemos construido un drone híbrido, que despega verticalmente y vuela como avión, ideal para chacras en laderas y cerros, que es donde se siembra en la sierra. A partir de las imágenes tomadas por su cámara multiespectral, utilizaremos algoritmos de inteligencia artificial que nos permita clasificar los cultivos: dónde hay papa, maíz, trigo, habas, etc”, expone el científico.

“Si sabemos lo que estamos produciendo, podemos asegurar los alimentos para la población”, añade.

Otro de sus proyectos también tiene aplicación agrícola: crear un ornitóptero (drone) que simule el batir de las alas y los movimientos de un halcón peregrino, utilizado en los fundos para el control biológico de las aves.

Entre sus otras investigaciones está desarrollar drones que vuelen dentro de los socavones de las minas para detectar problemas de seguridad y evitar accidentes, otros que supervisen la corrosión en cables y antenas de alta tensión e, incluso, un enjambre de drones que se encargue de limpiar los cristales de los rascacielos, un oficio muy peligroso para los operarios que lo realizan.

DESTACADOS

El término “drone” significa literalmente “zángano”, en inglés, porque los primeros aparatos emitían un sonido parecido al de ese insecto.

“Los drones han demostrado tener una gran utilidad en supervisión de campos agrícolas, y no solo con proyecciones de cosecha, algo muy útil para la agroindustria, sino también para saber a ciencia cierta cuánto se está sembrando de los cultivos básicos del Perú”, explica el ingeniero Andrés Flores.

Otro de sus proyectos también tiene aplicación agrícola: crear un ornitóptero (drone) que simule el batir de las alas y los movimientos de un halcón peregrino, utilizado en los fundos para el control biológico de las aves.

Conoce más acerca de las diferentes soluciones tecnológicas para el sector agrícola aquí: www.spaceag.co

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